El concepto de infancia se ha venido construyendo histórica y socialmente el cual se ha entendido como un grupo social que depende directamente de los adultos y son los que determinan: aprendizajes, comportamientos, relaciones con otros, formas de ser, estar y su función principal se resume en: “formar para que sea un mejor adulto, cuando crezca” se busca el ideal de un sujeto dependiente y obediente. Además, según el hogar o la familia en la que el niño o la niña crezca, a sí mismo será su forma de: ser, de ver la vida y de comportarse frente a otros.
Sin embargo, cuando los niños y niñas salen al mundo a relacionarse con los demás, empiezan a vivir experiencias, en los diferentes contextos como: escuela, barrio etc, reproducen lo que vivieron, aprendieron en su familia y se enfrentan a la sociedad donde existen diferentes: imaginarios, concepciones, estereotipos, etiquetas, que a lo largo de nuestra
sociedad han cobrado importancia hasta tal punto que frases como: “peleas como
niña” o “corres como niña” todavía se utilizan para ofender, humillar o agredir
en los contextos tanto escolares como sociales. El siguiente vídeo es un claro ejemplo de cómo se utiliza este tipo de expresiones.
Este experimento social, pretende responder el siguiente interrogante: ¿ Cuándo hacer algo "como una niña" se ha convertido en un insulto?, debido a este tipo de frases afectan el autoestima de las niñas. Sin embargo, se demostró que en el momento de hacer el experimento las niñas lo hacían porque eran ellas mismas y "hacerlo como niña" en efecto no es insulto sino es real porque eran las mismas niñas que estaban haciéndolo y lo hacían bien, una de ellas decía: "corro como una niña, por que soy una niña y no tengo de qué avergonzarme" y otra de ellas dijo: "correría siendo yo misma"
De acuerdo con esto, se puede analizar que estamos en una sociedad todavía con pensamientos e ideas si se puede utilizar el término "machistas" que nada tienen que ver con la realidad. En este sentido, se realizaron dos entrevistas realizadas a dos docentes del colegio: María Auxiliadora casa central en Bogotá, quienes bajo su experiencia como docentes opinaron acerca de la concepción que se tiene de infancia y la diferencia que existe entre el niño y la niña en la sociedad actual y en el contexto escolar que todavía predominan y se puede concluir que en los últimos años se ha dado pasos gigantes en esas diferencias entre: el azul y el rosado, o de los juegos entre muñecas y carros, o de preferir el ballet antes que el boxeo.
En las entrevistas cuentan sus experiencias y como en la hora de descanso por ejemplo: era normal ver las niñas jugando fútbol o niñas y niños jugando en común, sin ningún tipo de rechazo o prejuicio alguno. Sin embargo en relación con las niñas y niños, las niñas se han abierto poco a poco los espacios que antes para ellas eran prohibidos en el caso de los juegos o el amor al deporte etc. Sin embargo afirman, que para los niños si se les ha dificultado a veces otro tipo de espacios como el baile en el que si algún niño se inscribía a la escuela de ballet lo tildaban de niña o gay etc.
Por esto, las docentes entrevistadas afirmaron que es importante que la escuela transforme la condición habitual de los niños de objetos de estudio para pensarlos como sujetos y como partícipes en la producción, planificación y circulación del conocimiento, reconocer al niño como un sujeto social, capaz de comprender, formar juicios propios, y tomar decisiones frente a situaciones que los afectan. Es importante analizar y reflexionar sobre la participación infantil, la formación ciudadana de niños y niñas, el papel de las voces de los niños y niñas en los espacios educativos y el reconocimiento de los niños como productores de cultura y con capacidad de agencia.
“En el año 1989, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la
Convención sobre los Derechos del Niño que incluye el derecho que tienen los
niños de: formar un juicio propio, expresar sus opiniones y que éstas deben ser
tenidas en cuenta, lo que implica también que los niños y niñas deben ser
escuchados como está consignado en el artículo 12”
De acuerdo con lo anterior,
se puede decir que es un deber de los adultos escuchar a los niños en los
diferentes contextos en los que se desenvuelven, involucrarlos en las decisiones
importantes y sobre todo si van afectar su futuro o su vida misma. En esta
perspectiva se entiende que la infancia es una etapa que permite la
construcción conjunta de lo social, entre el niño y los adultos; esto en una
relación, donde el niño y la niña ya no son concebidos como sujetos pasivos,
enclaustrados por la familia y la escuela en un sistema de dominación en el que
sufren y son protegidos, sino como sujetos activos, que reaccionan y asumen
roles; niños y niñas capaces de transformar sus realidades y de generar cambios
en los contextos en que habitan. El reconocimiento de los niños y niñas como
actores sociales implica su vinculación a los procesos sociales y también a los
proceso investigativos para acercarnos a la comprensión de su realidad y
plantear alternativas educativas que reconozcan sus necesidades.
De acuerdo con el
artículo: “El trabajo infantil: en clave
colonial” La noción que ha ido consolidándose a lo largo de los siglos, ha
permitido que la infancia se comprenda como una edad que combina la fragilidad
física, la vulnerabilidad emocional y el desarrollo intelectual en proceso.
Esta comprensión ha sido el fundamento para que haya ganado terreno la
perspectiva que considera que los niños requieren protección y que culmina con
la Convención de los Derechos del Niño en 1989.
Mientras que en Europa
los niños recibieron paulatinamente una creciente atención pedagógica y médica,
familiar y escolar, los niños de las colonias europeas, convertidos como sus
padres en subordinados, entraron en los circuitos productivos del servilismo y
la esclavitud. Mientras que los niños europeos se vieron gradualmente liberados
del trabajo y las familias europeas pasaron a convertirse en familias
burguesas, los niños bajo los regímenes coloniales continuaron haciendo parte
de los recursos de trabajo de una población mundial racialmente jerarquizada.
Según este punto de
vista, la condición del niño como: “agente económico”, y especialmente con
carácter productivo, no se ajusta a la perspectiva de derechos que consigna la
Convención. Este hecho cuestiona una de las más poderosas relaciones que dan
sustento a la modernidad: el vínculo entre el Estado, la familia y el niño.
Adicional a esto, se puede analizar como en varios contextos familiares los
niños y niñas en lugar de ir a una escuela aprender y a relacionarse deben
quedarse en casa para cuidar a sus hermanos menores o para trabajar y traer el
sustento al hogar.
Así, se expuso en la
siguiente infografía con las tres imágenes analizadas, en las que se ven tres
contextos diferentes en que el papel de la familia es fundamental: En la primera
imagen, está el niño en su escuela con su hermanita cuidándola, asumiendo roles
que no les corresponden; en la segunda, se ve el apoyo de los padres con los
niños en su proceso de aprendizaje y cómo cada uno de los sujetos asume su rol
correspondiente y en la tercera como, actualmente los padres son los
proveedores de las herramientas tecnológicas de su hijos para recibir la
educación virtual de hoy en día.
Para esto, es importante
tener claro el concepto de infancia para poder darle el valor y la importancia
que debe tener, sobre todo el papel real que los niños y niñas deben desempeñar
en la familia y por supuesto en la sociedad. Según el artículo: “Sociología de la infancia: las niñas y los
niños como actores sociales”: Los conceptos de infancia y niñez presentan
una gran complejidad no sólo a nivel social, sino desde la propia etimología de
estas palabras y realizan la referencia que Según la Real Academia de la Lengua
Española (RAE), infancia es delimitada como: el período de la vida humana desde
que se nace hasta la pubertad; el conjunto de los niños de tal edad; y el primer
estado de una cosa después de su nacimiento o fundación.
Si bien es evidente la
creciente protección que la sociedad despliega sobre las niñas y los niños, en
la práctica se observan ciertas contradicciones en el trato que éstos reciben
ya que no se permite su plena participación en la sociedad, familia donde viven
ni se consideran sus opiniones en los asuntos que les afectan.
El aprendizaje del “deber
ser” no sólo es una cuestión generacional, es decir, es la obediencia que deben
mostrar las niñas y los niños hacia las normas que les enseñan las personas
adultas. Se trata de normas establecidas en términos de género, ya que
justamente es durante la infancia cuando se acelera e intensifica el proceso de
aprendizaje de los roles de género y las relaciones de poder entre los géneros.
“En la mirada funcionalista se espera e
incentiva a que las niñas y los niños obedezcan a las personas adultas (madres,
padres y docentes) porque ellas realizan la función de socializar a las nuevas
generaciones, es decir, tienen una autoridad para hacer cumplir con la
reproducción del sistema social” (Mayall, 2000, 2002).
Según esto, sabemos la importancia
de la familia en el desarrollo de los niños y niñas; ya que en la formación
para que sea “un mejor adulto cuando crezca” en esa socialización transmite la
experiencia en el lenguaje. “las niñas y
los niños recrean, transmiten y reconstruyen la realidad que les ha sido dada,
configurando su propia cultura infantil; pero son las personas adultas quienes
imponen el orden social que debe reproducirse” (Gaitán, 2006a: 33).
De acuerdo con esto, en
el artículo: “Conversaciones y
percepciones de niñas y niños en las narrativas antropológicas” Diana
Milstein, Doctora en Antropología Social por la Universidad de Brasília realizó
un trabajo de campo durante su proceso de investigación etnográfica en educación
en la localidad de Villa La Florida, situada en Quilmes (municipio situado al
sur del Gran Buenos Aires), incorporó a un grupo de niños y niñas en calidad de
“informantes”, investigadores y autores. Centró su mirada en cómo ellos
percibían el mundo social dominado por el sentir, decir y hacer de los adultos;
estuvo atenta a cómo contaban su propia historia usando sus propios modos; y
trabajó junto a ellos las versiones que construyeron sobre la vida del barrio y
de la escuela que, de diversas maneras, se entretejían con sus narrativas.
Esta experiencia le
permitió tener una aproximación más concreta y minuciosa de la escuela y de los
espacios y las relaciones sociales de la localidad. Con sus puntos de vista, ellos
iluminaron y nutrieron su comprensión de la vida de las familias, del mapa
social de la localidad, de las percepciones que se tienen desde afuera del
espacio escolar sobre la escuela.
“En
función de incorporar a mi trabajo antropológico lo que sabían y conocían los
niños y las niñas, además de darles el lugar y el status similar al que tenían
los sujetos adultos de mi investigación, opté por organizar un grupo pequeño
para realizar una parte de mi etnografía en colaboración con los niños.
Ellos/as, en grupo y bajo mi coordinación, hicieron trabajo de campo, de
reflexión, de análisis y producción de texto. Los datos, las informaciones y
los documentos surgidos del trabajo de campo ingresaron como parte de la
etnografía que presenté como tesis de doctorado”.
Estos trabajos han
mostrado de manera muy convincente la gran variación cultural existente
respecto a lo que se considera que son los niños y las niñas, a los modos de
crianza, a lo que los adultos esperan de ellos(as), al lugar social que ocupan,
a los modos de relación entre pares y con los adultos(as), etc. Estos aportes
han operado como un argumento muy fructífero en oposición a las nociones que
consideran a la infancia como un hecho fundamentalmente natural y biológico,
han enriquecido una mirada crítica sobre el concepto occidental de la infancia,
surgida de la propia comparación.
Estudios posteriores en ciencias sociales y humanas han continuado trabajando en este sentido, mostrando la relatividad histórica y contextual de la infancia, dando lugar así a la introducción de la noción de infancias. Desde esta afirmación de existencia de infancias se ha planteado y sostenido la necesidad de comprender a los niños como “sujetos”-en el sentido de humanos y sujetados- a sus propios contextos socio-históricos.
Esta comprensión ha abierto un debate en torno al
status que se les otorga a los niños como sujetos sociales. No alcanza con
situarlos en su contexto histórico, también es necesario tomar en cuenta que
sus actividades implican modos de agenciamiento. En esas actividades, siempre
están implicados los usos simbólicos que cada sociedad, en diferentes momentos
históricos, realiza del concepto de niño y niña y de su lugar con relación al adulto.
Más aún, cuando en una sociedad determinada se caracteriza y define al niño(a) y/o
a los niños(as), siempre es en relación con los adultos.
Gómez, Z. P. (2007). El trabajo infantil en clave
colonial: consideraciones histórico-antropológicas. Sistema de Información
Científica Redalyc, 12.
Javeriana, U. (s.f.). Participación
y agencia infantil. Obtenido de www.uvirtualjaveriana.co
Milstein, D. (2008).
Conversaciones y percepciones de niños y niñas en las narrativas
antropológicas. Sociedade E Cultura, 8.
Soto, I. P. (2012).
Sociología de la Infancia: las niñas y los niños como actores sociales. Revista
de Sociología, 22.
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